“Robot,levántate”. Oscar Constanza, de 16 años, da la orden y lenta pero inexorablemente, un gran armazón atado a su cuerpo le levanta para posteriormente caminar.
El exoesqueleto, que se sujeta a los hombros, el pecho, la cintura, las rodillas y los pies, permite a Oscar (que padece una enfermedad neurológica genética que hace que sus nervios no envíen suficientes señales a las piernas) atravesar la habitación y darse la vuelta.
Otras empresas de todo el mundo también fabrican exoesqueletos, compiten por hacerlos lo más ligeros y utilizables posible. Algunos se centran en ayudar a las personas con discapacidad a caminar, otros en una serie de aplicaciones, como hacer que estar de pie sea menos cansado para los trabajadores de las fábricas.
El exoesqueleto de Wandercraft, un armazón exterior que soporta pero también simula el movimiento del cuerpo, se vende a docenas en hospitales de Francia, Luxemburgo y Estados Unidos por unos 176 mil dólares (3 millones 528 mil 113 pesos) cada uno, dijo Constanza.
Todavía no puede ser adquirido por particulares para su uso cotidiano; esa es la siguiente fase en la que está trabajando la empresa. Un exoesqueleto personal tendría que ser mucho más ligero, dicen los ingenieros de Wandercraft.
En las afueras de París, Kevin Piette, de 33 años, que perdió la capacidad de andar tras un accidente de bicicleta hace 10 años, se probó uno para caminar por su apartamento, con el mando en la mano.
Con información de medios internacionales
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