“La Sociedad de la Nieve”, disponible en Netflix, es la más reciente producción cinematográfica que aborda uno de los accidentes aéreos más destacados de Sudamérica y el mundo: la conocida como “tragedia de los Andes”.
El 13 de octubre de 1972, el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, con destino a Santiago de Chile, se estrelló en la cordillera de los Andes con 45 personas a bordo, incluyendo 19 integrantes del equipo de rugby del colegio Christian Bross en Uruguay. En total, 29 personas perdieron la vida y 16 lograron sobrevivir.
Estrenada en cines el 15 de diciembre y posteriormente en Netflix el 4 de enero, la película recrea, desde la perspectiva ficticia, diversos episodios que tuvieron lugar antes y después del accidente. Sin embargo, más allá de presentar la tragedia, Carlos Páez, uno de los sobrevivientes, expresó a CNN Radio Argentina que “no es una película sobre la historia de los Andes, sino una película sobre el ser humano”.
Esto se debe a que “la película te sumerge en el fuselaje, en la avalancha, en el accidente, en lo que sufriste, en el frío, en la desesperanza de no saber qué es lo que pasa”, según comentó Fernando Parrado, otro sobreviviente, en una entrevista con el programa de radio uruguayo ‘En Perspectiva’.
En el núcleo de la dimensión humana de la historia está el tema de la supervivencia. La película plantea preguntas sobre cómo 16 personas lograron lo aparentemente imposible: sobrevivir a un accidente de avión, enfrentarse a una cordillera nevada, soportar condiciones climáticas extremas, vivir sin alimentos y superar los desafíos psicológicos durante 72 días.
La respuesta se encuentra en la auténtica sociedad de la nieve.
Así fue la verdadera sociedad de la nieve
Comida, agua y elementos para sobrevivir
Como se mencionó previamente, la ingestión de carne de personas fallecidas resultó crucial para la supervivencia del grupo.
En palabras de Zerbino a Teledoce, “nos acostumbramos a convivir con la muerte, alimentándonos de nuestros amigos que estaban vivos apenas dos días antes. Aunque fue muy difícil, la capacidad humana para estirar el umbral del dolor fue ilimitada, adaptándonos a algo que parecía monstruoso y que eventualmente se volvió algo natural”.
A pesar de esto, los sobrevivientes compartieron en Teledoce que “la sed fue mucho peor que el frío. La sed fue mucho más intensa que el hambre”. Para paliar esta necesidad, Adolfo Strauch, según indica la página Sociedad de la Nieve, empleó placas de aluminio provenientes de los asientos del avión para derretir nieve y obtener agua.
Estas placas, que tenían un agujero en el centro y podían doblarse para formar un tipo de embudo, se colocaron bajo el sol a mediodía. Con la radiación solar intensa en los Andes, se ponía una lámina de nieve sobre las placas, y el agua derretida se dirigía hacia el agujero de la placa, siendo recolectada en una botella.
A pesar de este ingenioso dispositivo, no proporcionaba la cantidad suficiente de agua. Por lo tanto, Zerbino recordó en Teledoce que su compañero Antonio Vizintín se aventuró lejos del fuselaje donde residían y llegó a otra sección dañada del avión. Allí, cargó una papelera de metal que se encontraba en la aeronave y que podía llenarse con abundante nieve, proporcionando toda el agua que necesitaban. Según Zerbino, denominaron a este dispositivo como la “máquina infernal de hacer agua”.
Otros elementos que utilizó el grupo para sobrevivir, señala el sitio Sociedad de la Nieve, fueron:
- Las fundas de los asientos, las cuales sirvieron como mantas para taparse del frío.
- Los sobrevivientes crearon una gran bolsa de dormir con el material que recubría los conductos de calefacción del avión. Esta bolsa se utilizaba cuando los sobrevivientes recorrían los alrededores del accidente.
- Para proteger los ojos, se utilizó plástico de la cabina de los pilotos para hacer gafas de sol.
- El grupo usó cremas y labial para proteger su piel.
- Las almohadillas de los asientos se usaron bajo el calzado para poder caminar en la nieve.
- Las redes de los portaequipajes fueron acondicionadas para formar hamacas, en las cuales descansaban los heridos. Al estar suspendidos en el aire, pasaban más frío pero no estaban apretados con todos en el fuselaje, así que la recuperación era más veloz.
- Con pantalones y cintas de nailon crearon mochilas para las expediciones fuera del fuselaje.
Deja un comentario