A diferencia de patrones previos, los ciudadanos estadounidenses están gastando a niveles sin precedentes, generando asombro entre los economistas que buscan anticipar su eventual declive.
En un entorno de tasas de interés elevadas, ahorros limitados y una inflación persistente, los estadounidenses están entregándose al consumo de manera desenfrenada.
Durante el Black Friday, las ventas en tiendas físicas aumentaron un 1,1% en comparación con el año anterior, alcanzando la cifra récord de US$9.800 millones exclusivamente en ventas en línea. Asimismo, en el Cyber Monday, los consumidores gastaron US$12.400 millones, registrando un llamativo incremento del 9,6% en comparación con el año previo.
Este comportamiento de gasto sigue la tendencia que ha sustentado la economía del país durante el último año, representando casi el 70% del crecimiento del PIB real del 4,9% en el tercer trimestre. Aunque parte del gasto refleja el aumento en el costo de artículos esenciales, los estadounidenses continúan adquiriendo productos costosos y dedicando grandes sumas de dinero a experiencias como viajes. Este enfoque financiero, conocido como “YOLO” (acrónimo de “You Only Live Once” o “Solo se vive una vez”), va en contra de las tendencias de gasto observadas en recesiones económicas anteriores.
Ante este fenómeno, algunos economistas se han cuestionado, especialmente porque la percepción de los consumidores sobre la economía sigue siendo mayoritariamente pesimista.
“Si hace 18 meses hubiéramos predicho que la Reserva Federal aumentaría las tasas de interés en 500 puntos básicos y los consumidores continuarían, en gran medida, imperturbables, me habría sorprendido enormemente”, comentó Ellie Henderson, economista del banco Investec. “Habría dicho: ‘así no funciona la economía'”.
Entonces, ¿cómo se puede explicar este fenómeno? Aquí hay algunas claves para comprender la fiebre de consumo en Estados Unidos.
1. Incremento del ahorro
Normalmente, después de una crisis significativa o una disminución en el mercado laboral, la economía tiende a experimentar una leve recuperación tanto en el ahorro como en el gasto de los consumidores.
No obstante, el Banco de la Reserva de San Francisco informó en mayo que el aumento en el gasto fiscal después de la pandemia este año ha superado con creces el crecimiento observado tras cualquier otra recesión desde la década de 1970.
Los expertos señalaron que gran parte de este crecimiento se debe a un aumento “sin precedentes” en el ahorro acumulado en los hogares estadounidenses, impulsado por la rápida respuesta fiscal del gobierno de Estados Unidos a la pandemia. Los paquetes de estímulo que inyectaron directamente $5 billones en la economía estadounidense, junto con otras políticas indirectas como moratorias de desalojos y la suspensión de pagos de préstamos estudiantiles, resultaron en un ahorro de alrededor de $2.3 billones para los estadounidenses en 2020 y 2021.
Aunque este año algunas personas han retirado parte de sus ahorros, muchos aún cuentan con reservas financieras, algunos por primera vez en su historia, y están dispuestos a gastarlas ahora, incluso si no confían en una recuperación económica total.
Este prolongado periodo de gasto bajo el lema “solo se vive una vez”, en medio de un aumento de la deuda y un descenso de los ahorros, ha desconcertado a muchos economistas.
2. Nuevas prioridades
Los sectores más jóvenes y de clase media-alta de la población estadounidense están liderando este tipo de gasto, según informa el Boston Consulting Group.
Aunque estas personas no necesariamente pertenecen a la alta sociedad, cuentan con ingresos suficientes para cubrir sus necesidades y tienen la capacidad de gastar en viajes de placer y artículos de lujo.
Muchos de ellos también muestran preferencia por las plataformas de “compre ahora y pague después”, que han experimentado un notable crecimiento en Estados Unidos, especialmente durante las compras impulsivas del Black Friday en noviembre.
“La fuerza del gasto del consumidor, incluso después de los difíciles días de la pandemia, me ha tomado por sorpresa”, señala Wendy Edelberg, investigadora principal de estudios económicos en la Brookings Institution y directora del Proyecto Hamilton.
Aunque este patrón no se ajusta necesariamente a precedentes económicos en el país, algunos expertos sugieren que podría ser un comportamiento instintivo. “Cuando no se tiene una certeza clara sobre el futuro, o incluso si hay un futuro prolongado, se tiende a enfocarse en el presente y en el corto plazo”, comenta Chiraag Mittal, profesor adjunto de Marketing en la Escuela de Comercio McIntire de la Universidad de Virginia.
Mittal agrega que, en medio de los cambios en los patrones laborales y de vida, las personas están optando por priorizar su felicidad y disfrute.
Malcolm Harris, autor de “Palo Alto: A History of California, Capitalism, and the World”, sostiene que factores intangibles como estos a menudo se pasan por alto en los análisis cualitativos que buscan explicar las tendencias macroeconómicas.
“La naturaleza cualitativa de la vida laboral puede cambiar sin ser plenamente captada por las métricas”, afirma Harris.
Aunque muchas personas siguen trabajando y recibiendo sus salarios, no necesariamente experimentan satisfacción: por ejemplo, los salarios no siguen el ritmo de la inflación y las personas aún lidian con el trauma físico y psicológico de la pandemia.
“Aunque las métricas de satisfacción laboral puedan parecer sólidas, los indicadores vitales de felicidad están en niveles bajos”, explica Harris.
“Dado que gran parte de nuestra vida está vinculada al trabajo, ¿cómo pueden los analistas reconciliar este dilema?”, plantea.
3. La percepción de temporalidad
Aunque el fenómeno de estos patrones de gasto “YOLO” pueda parecer inexplicable, varios economistas coinciden en que no pueden mantenerse indefinidamente, y que se vislumbra un cambio en el panorama económico.
Henderson advierte que se avecinan desafíos significativos que podrían impactar esta situación, tales como las consecuencias del vencimiento de las becas de guardería en octubre pasado y el reinicio de los pagos de préstamos estudiantiles.
“¿Cómo no afectará esto al consumo en el futuro?”, plantea la economista.
Además, la deuda de las tarjetas de crédito en Estados Unidos ha excedido por primera vez la marca de US$1 billón, y los expertos económicos anticipan que la disminución en los costos de los productos básicos es poco probable a pesar de los esfuerzos por hacer frente a la inflación.
Henderson prevé que es solo cuestión de tiempo antes de que algunos ciudadanos estadounidenses se vean obligados a ajustarse el cinturón y limitar sus gastos extravagantes.
No obstante, después de un año fiscal tan excepcional, Edelberg no comparte la misma certeza. “Realmente no puedo predecir cuándo ocurrirá ese descenso”, comenta. Si tuviera que aventurarse, Edelberg sugiere que el cambio de comportamiento podría producirse hacia finales de año. No obstante, agrega: “Sinceramente, no me sorprendería ser sorprendida”.
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