Como si se tratara de una trama de ciencia ficción, el ámbito tecnológico ha estado siguiendo de cerca los tumultuosos acontecimientos dentro de OpenAI, la empresa detrás del innovador chatbot ChatGPT.
En el centro de la tormenta se encuentra una de las figuras más prominentes en la próspera industria de la inteligencia artificial: Sam Altman.
El co-fundador de OpenAI fue despedido de manera sorpresiva el pasado viernes 17 de noviembre, una decisión que fue descrita como inesperada y drástica.
La empresa con sede en Silicon Valley explicó que la destitución se debió a la pérdida de confianza, ya que determinaron que Altman “no fue consistentemente sincero en sus comunicaciones” con los directivos, lo que obstaculizó su capacidad para cumplir con sus responsabilidades. Después de un fin de semana caótico, con amenazas de renuncias masivas por parte del personal, Microsoft (el principal inversor de OpenAI) anunció el lunes la contratación de Altman para liderar un “nuevo equipo de investigación avanzada”.
Sin embargo, tan solo 48 horas después de ese anuncio, OpenAI comunicó que había llegado a un acuerdo con Altman para su retorno como director ejecutivo. Según indicaron, el acuerdo también contemplaría el nombramiento de nuevos miembros en la junta directiva que inicialmente lo destituyó.
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