Fecha de hoy21 noviembre, 2024

“Mis hijas me ruegan que volvamos a la ciudad de Gaza, pero la vida que teníamos ya no existe”

Mis hijas suplican por regresar a la ciudad de Gaza, pero la vida que conocíamos ya no existe.

Hace apenas dos días, mi esposa y mis hijos estuvieron al borde de la muerte. Estaban en la planta baja de un edificio de cuatro pisos en Khan Younis, cerca de un hospital donde yo dormía en una tienda de campaña.

Estaban a punto de salir para reunirse conmigo cuando un ataque aéreo israelí con drones destruyó el último piso del edificio. Mis hijas gemelas de 9 años salieron corriendo a la calle mientras gritaban de miedo. Un trozo de escombros alcanzó a golpear a su madre en la cabeza, y las niñas se separaron de ella. Afortunadamente, las heridas de mi esposa no fueron graves, pero mis hijas quedaron profundamente afectadas por el trauma de la experiencia. Esa noche, mis hijos pasaron despiertos llorando, y tuvimos que llamar a un médico para preguntarle cómo podíamos ayudarlos a conciliar el sueño.

En la actualidad, mi familia pasa las noches en las cercanías del edificio que fue bombardeado, sin saber si están seguros cuando cierran los ojos.

Niños y adolescentes han resultado heridos en los ataques perpetrados durante el conflicto.

Niños y adolescentes han resultado heridos en los ataques perpetrados durante el conflicto.

“Hacen cualquier cosa para sentirse seguras”

Durante las últimas dos semanas, mi esposa, mi hijo de 18 años y nuestras hijas hemos tenido que buscar refugio en cuatro lugares diferentes debido a la guerra en curso. Nos hemos movido constantemente en respuesta a las advertencias de ataques aéreos por parte de Israel, incluso llegando al punto de sujetar nuestros colchones al techo del automóvil.

Para mis hijas, esta situación ha significado abandonar todo lo que amaban en la ciudad de Gaza y desplazarse al sur, dejando atrás su escuela, amigos, su club de equitación y su pizzería favorita. En Gaza, la línea entre la vida y la muerte se ha vuelto borrosa debido a los constantes bombardeos. Esta experiencia es extremadamente impactante para los adultos y mucho más traumática para los niños. Ningún niño de 9 años debería estar pasando por esto.

Mis hijas se aferran a mí, buscando seguridad en mis brazos. Se necesitará mucho tiempo y apoyo para que se recuperen de esta experiencia. Ambas anhelan regresar a la ciudad de Gaza y recuperar algo de normalidad en sus vidas.

Antes de esta escalada de violencia, disfrutábamos de una calidad de vida que superaba a la de la gran mayoría de los habitantes de Gaza. La electricidad era escasa, y el agua estaba contaminada en su mayor parte. Incluso viajar, aunque fuera para unas cortas vacaciones, era un desafío. Hay personas de 40 años que nunca han abandonado esta pequeña franja de tierra.

Sin embargo, éramos afortunados y teníamos la oportunidad de tomar vacaciones en el extranjero, a veces durante un mes o más. Este verano, hicimos un recorrido por Estambul, Chipre, Egipto y Jordania. Mis hijos estaban a punto de llorar cuando les dije que debíamos regresar a Gaza.

La vida en Gaza

En la ciudad de Gaza, solíamos vivir en un amplio apartamento a tan solo 400 metros de la playa. Mi esposa y yo solíamos dar largos paseos matutinos juntos por la arena.

Mi hijo asistía a la universidad, mientras que mis hijas iban a una escuela de calidad. Participaban en actividades como nadar en un club y montar a caballo. Tenían sus propias tabletas para ver videos en YouTube. Después de mi jornada laboral, solía llevarles dulces a casa y jugaba con ellos por las noches. A veces se quedaban dormidos en mi cama, y en la oscuridad, los trasladaba suavemente a sus habitaciones.

Hoy en día, el barrio donde crecieron mis hijos está desolado y ha sido devastado por los bombardeos.

En las noches, solía visitar la casa de un amigo para jugar a las cartas y tomar café. También tratábamos de tener salidas familiares una vez a la semana, a menudo visitando un buen restaurante, especialmente la pizzería o algún lugar que preparaba carne en una olla especial que todos disfrutábamos.

Ahora, incluso la pizzería ha quedado reducida a escombros.

A pesar de todas las dificultades, tratábamos de encontrar momentos de alegría. Gaza no siempre fue una zona de guerra, y cuando surgía la oportunidad de ser felices, la aprovechábamos al máximo.

Nos mantenemos unidos como familia, y es precisamente esa conexión, el amor que siento por mi esposa, mis hijas y mi hijo, lo que me brinda fuerza, sin importar si la situación es buena o mala.

Incluso en medio de esta guerra, seguimos buscando momentos de felicidad siempre que podemos. Mis hijos me visitan en el trabajo, se ponen mi chaleco antibalas y mi casco, y juntos compartimos risas. Incluso toman el micrófono y actúan como corresponsales.

Los hijos de Rushdi Abualouf juegan a ser corresponsales como su padre.

Los hijos de Rushdi Abualouf juegan a ser corresponsales como su padre.

No obstante, sus vidas jamás recuperarán su antigua normalidad. Mis hijas continúan haciéndome preguntas acerca de los lugares que solíamos visitar, como el mercado al que solíamos acudir. Anhelan regresar, aunque les resulta difícil comprender que eso ya no es posible.

Cada día, los médicos y otras personas que permanecen en el norte me relatan nuevos informes de edificios destruidos, carreteras destrozadas y gasolineras voladas.

Tras el ataque al edificio donde se encontraban mi esposa y mis hijas, hice una promesa a mis seres queridos de sacarlos de Gaza una vez que esta pesadilla termine y llevarlos a un lugar seguro.

Han soportado suficiente sufrimiento.

Antes de huir de la ciudad de Gaza, junto con cientos de miles de personas, recorrí nuestro apartamento, tratando de retener en mi memoria los recuerdos que mi familia y yo creamos en ese lugar. Volteé hacia mi esposa y le dije: “Observa esta hermosa casa. Tal vez nunca podamos regresar”.

Hoy en día, duermo en una tienda de campaña, añorando mi cama y esos momentos de disfrute tomando café junto al mar. Ahora, todo eso es solo un sueño lejano.

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