Cada primavera, las rosas florecen en la ciudad de Taif, en el oeste de Arabia Saudita, salpicando el vasto paisaje desértico de este país del Golfo con pequeñas manchas de colores perfumados.
Este año, la cosecha de las rosas cae durante el mes de ayuno del Ramadán, que los musulmanes practicantes dedican a la oración y a la reflexión.
El aceite esencial de rosa que se produce en Taif se utiliza luego para limpiar las paredes exteriores de la Kaaba, la estructura cúbica de la ciudad santa de La Meca, visitada por musulmanes de todo el mundo.
El aceite perfumado es también codiciado por los millones de fieles que vienen del extranjero para realizar su peregrinación en Arabia Saudita, lugar de nacimiento del islam.
Desde hace mucho tiempo, los motivos de plantas y flores forman parte del arte islámico.
Conocida como la ciudad de las rosas, con cerca de 300 millones de flores producidas cada año, Taif cuenta con más de 800 granjas florales, muchas de las cuales han abierto sus puertas a los visitantes.
En la granja Bin Salman, los empleados trabajan en los arbustos, recogiendo decenas de miles de flores cada día para producir agua y aceite, muy apreciados en las industrias tanto cosmética como culinaria.
Mientras que algunos obreros recogen las flores en los campos, otros trabajan en cobertizos, donde llenan a mano cestas enteras de flores que luego se hierven y destilan.
“Comenzamos a hervir las rosas a fuego vivo hasta que casi se evaporan, lo que lleva entre 30 y 35 minutos”, explica a la AFP Khalaf Al Tuweiri, propietaria de la granja Bin Salmane.
“Luego bajamos el fuego entre 15 y 30 minutos más, hasta que comience el proceso de destilación que dura ocho horas”, añade.
Una vez que el aceite flota en la parte superior de los tarros de vidrio, comienza el proceso de extracción.
El aceite se extrae con una jeringa grande y luego se llenan frascos de diferentes tamaños, el más pequeño cuesta 400 riales sauditas (unos 108 dólares).
Fuente: Excélsior
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